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El caso Kueider cristalizó como nunca la interna Milei – Villarruel, pero también demostró la tormenta interna del partido amarillo fundado por Macri. Cristina Kirchner asumió en el PJ, pero todavía es largo e incierto el camino a la recomposición de la unidad peronista detrás de su figura.
El proyecto de suspender a Kueider hasta marzo tuvo más recorrido y apoyos hasta el final pero la jornada de decisión había arrancado marcada por una medida judicial que tiñó todo. Tras de una serie de allanamientos, la jueza federal Sandra Arroyo Salgado pidió el desafuero de Kueider y su detención por una causa que investiga un presunto enriquecimiento ilícito. No podemos decir que la medida haya tenido motivación política pero sí que el efecto fue determinante para el desarrollo de la sesión que definió el destino del entrerriano. Luego de un largo día de negociaciones cruzadas y dando todo por perdido, La Libertad Avanza terminó votando por la expulsión de Kueider.
Pero las facturas no tardaron en llegar y lo hicieron en forma de escándalo institucional. Por eso es particularmente grave la acusación de que Victoria Villarruel violó las normas al presidir la sesión cuando Javier Milei ya viajaba hacia Italia y, por consecuencia, ella debía estar a cargo del Ejecutivo. Más allá del debate reglamentario, el dato político es que la Rosada eligió llevar al paroxismo la interna con la vicepresidenta.
Si lo hizo para intentar salvar a Kueider declarando nula la sesión, para distraer la atención del también posible pedido de nulidad de la Ley Bases por las sospechas de corrupción en su votación o para castigar a Villarruel aún no está claro; pero sí es evidente que el precio es altísimo y que tendrá más capítulos. Lo dijo Milei desde Roma: “el que viene con agenda propia y no acata la línea del partido es expulsado”. Lo más probable que quien pague los platos rotos sea Bartolomé Abdala, presidente provisional del Senado, quien acompañó a la vicepresidenta en la convocatoria de la sesión y quizás deba volver a ser legislador raso.
Lo cierto es que La Libertad Avanza perdió más que un senador. Pudo ver que el apoyo del PRO no es monolítico y envió una señal contradictoria al Interbloque Provincias Unidas, al que pertenecía Kueider. Si el oficialismo entrega a un aliado, por qué no lo haría con los demás? Quizás esto último se conjure si se plasma la intención de algunos en el gobierno de otorgarle el cargo de Abdala a Juan Carlos Romero, líder de los senadores referenciados en las provincias.
La estrategia zigzagueante del PRO también muestra una interna. Mauricio Macri ya no oculta su enojo por lo que considera un destrato de Milei y fue dando órdenes en distintos sentidos durante toda la jornada. Al día siguiente juntó a su tropa y anunció que, de momento, la alianza con los libertarios está suspendida tanto en el Congreso como de cara a las legislativas del año que viene.
Su liderazgo no está exento del mal del momento porque en el encuentro no estaba Patricia Bullrich que el día siguiente había cuestionado la gestión de Cambiemos: “Yo quería dar un paso y venía alguien y me frenaba. Quería dar otro paso y me frenaban. Y ahora no me frena nadie”. ¿Podrá y querrá el ex presidente reorganizar su espacio para mostrar autonomía del oficialismo en las elecciones del año que viene en distritos tan complejos como la provincia de Buenos Aires? Parece pronto para saberlo pero Macri se propone, de mínima, recuperar músculo para negociar.
En el Partido Justicialista, los conflictos intestinos tampoco son simples. Cristina Kirchner asumió el miércoles la presidencia del partido en la UMET sin la presencia de gobernadores ni la mesa directiva de la CGT. Esas ausencias en el peronismo no son menores más allá de que quienes comienzan a conducir el partido las minimicen.
El gobernador de la provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof, acusó problemas de agenda y lo mismo sucedió con Ricardo Quintela y Sergio Zilliotto. Gildo Insfrán, probablemente la única ausencia justificada, adujo problemas de salud. En el caso del formoseño, está claro el apoyo a la nueva conducción ya que impuso a José Mayans como vicepresidente. Los triunviros de la CGT no estuvieron pero sí un puñado importante de dirigentes de la central obrera.
Está claro que la ex presidenta deberá recorrer un camino de acercamiento con sectores reacios a su conducción. Que sus primeras palabras en el discurso hayan sido de agradecimiento para el gobernador de La Rioja, Ricardo Quintela, parece ser un signo de la importancia de esa empresa. De cualquier modo, la situación no es extraña para Cristina Kirchner, que tuvo que enfrentar escenarios más extremos en el pasado reciente. En 2017 tuvo que competir por fuera del partido a raíz de las oposiciones internas y les recordó a todos quién era la depositaria de la voluntad popular.
Escrito por E-GRUPOCLAN
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