Los dirigentes de la CGT que fueron a la Casa Rosada para su primer contacto oficial con el Gobierno lo hicieron con un tema cerrado: no darían marcha atrás con el segundo paro nacional y la marcha a Plaza de Mayo del Día del Trabajador. Pero esperaron al día siguiente para anunciarlo.
Sus interlocutores lo sabían y, por eso, no hubo ningún pedido formal. Solo hablaron de los temas conflictivos y las prioridades que planteó a sus funcionarios el presidente Javier Milei. Y, sobre todo, cómo harían para evitar una espiral ascendente de la protesta sindical. Vuelve a sobrevolar el fantasma de los 13 paros que la CGT le hizo al Gobierno radical de Raúl Alfonsín.
Milei no parece lo enojado que uno puede imaginar por la huelga del 9 de mayo. Cree que es una buena manera de conocer la temperatura social y medir fuerzas con un sindicalismo al que ubica en el centro de la casta. Confía en el importante índice de respaldo que mantiene en la sociedad.
Sin embargo, no estaría mal pegarle una hojeada a la historia de los paros para ver las bases del éxito de una protesta de esas características.
Se trata del funcionamiento del transporte. Según los dirigentes de la CGT, ya tendrían asegurada la adhesión total de los trabajadores de colectivos, trenes y subtes. Y es sabido que son fundamentales para dejar en sus casas a millones de personas, adhieran o no a la huelga.
Entre otras cosas, el paro sirve también para bajar el nivel de conflictos internos en la central obrera, producto del enfrentamiento entre moderados y combativos. Sobre todo si hay trabas en las paritarias de los gremios más poderosos y siguen los despidos en el Estado.
No solo los camioneros están en una compleja negociación con los salarios. También los metalúrgicos y otros gremios industriales.
Por esa razón, Hugo Moyano reemplazó a su hijo Pablo, de pésima relación con el Gobierno, y fue a la reunión del miércoles en la Rosada. Su presencia se hizo notar junto al sector de los denominados “gordos” o “históricos”, como Héctor Daer, Gerardo Martínez, Andrés Rodríguez y José Luis Lingeri.
Moyano se quedó un rato más en la Casa Rosada para tratar de destrabar la paritaria de Camioneros, su principal preocupación, que sigue estancada. Para eso fue.
Otros de los enfrentados con Milei, Luis Barrionuevo, dejó todo en manos del representante de los gastronómicos en la CGT, Carlos Acuña. Aunque fijó con anticipación su posición. “No nos van a dar nada. Solo promesas. Por eso hay que ponerle fecha al paro”, sostuvo ante sus pares.
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Estaban todos los que tenían que estar para hablar de la Ley de Bases, la reforma laboral, Ganancias, el futuro de las jubilaciones y el despido masivo de trabajadores contratados por el Estado.
Fueron tan directos los gremialistas en sus reclamos como el ministro del Interior, Guillermo Francos, el jefe de Gabinete, Nicolás Posse, y el secretario de Trabajo, Julio Cordero, en defender las órdenes de Milei.
El problema para los sindicalistas es el mismo que tienen los gobernadores: ¿se puede confiar en la palabra de esos funcionarios o, después, Milei y el ministro de Economía, Luis “Toto” Caputo, harán otra cosa y recrudecerá el conflicto con la CGT?
Es por eso que decidieron avanzar con el plan de lucha y le pusieron fecha al paro. No ven en el horizonte razón alguna para levantarlo.
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Mientras tanto, van a monitorear cómo avanzan las negociaciones en el Congreso por la Ley de Bases. Los gremialistas tienen un contacto aceitado con los gobernadores peronistas y su respaldo al paro es vital.
Suelen decirles que el Pacto de Mayo que quiere firmar el Presidente es una trampa y que lo único que le interesa a Milei es aprobar sus leyes cuanto antes.
La CGT quiere verse cara a cara con Milei y también con Caputo. Y quiere escuchar de sus bocas hechos concretos y no promesas.
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